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Diario EL PAIS - Montevideo - Uruguay

N.N.

URUGUAY TIENE LA NECESIDAD imperiosa de decidir cómo va a cubrir la creciente demanda de energía eléctrica. Esta representa un 20% del consumo energético, pero se incrementa a un ritmo de entre un 4 y 5% anual. Hasta ahora, este aumento se viene solucionando con la creación de pequeñas centrales térmicas, que funcionan a gasoil o fueloil y resultan muy costosas, además de contaminantes. Jorge Servián, ex director de la Dirección Nacional de Energía y tecnología Nuclear y ex integrante del Organismo Internacional de Energía Atómica (OEIA), cree que, de no tomarse medidas para producir más energía, se llegará a una situación en que habrá "un colapso de servicio".

A su vez existe un problema de dependencia con otros países. Por un lado, el petróleo es importado. Ana Robles, docente del Centro de Investigaciones Nucleares (CIN) de la Facultad de Ciencias, se muestra contraria a la instalación de centrales térmicas. "No deberían existir en Uruguay porque tenemos que pensar que el petróleo no es nuestro. Cada vez que se utiliza este tipo de plantas se empobrece el país". La dependencia con el exterior también fue notoria durante la crisis energética argentina en el año 2004, en donde peligró el abastecimiento de gas.

El mayor consumo energético en Uruguay lo representan los rubros transporte (31%) y residencial (29%). Respecto a la energía eléctrica, más de un tercio es destinado al consumo residencial. La matriz energética local depende del petróleo en un 60%. Pero dentro de la energía eléctrica, el promedio 2001-2005 señala que 83% fue cubierto por las centrales hidráulicas, 12% fue energía importada y 5% por generación térmica.

Es así que la instalación de una planta nuclear en Uruguay, aparece como una solución en la que muchos vienen pensando. "Con un reactor se cubriría la demanda y quizás hasta se pueda vender energía a países limítrofes", sostiene Hinia Balter, directora del Centro de Energía Nuclear de la Facultad de Ciencias.

La energía nuclear tiene varias ventajas. Una de ellas es la estabilidad: no depende del clima. Las centrales nucleares funcionan 8.000 horas al año, cuatro veces más que un parque eólico, según el presidente del Foro Nuclear, Eduardo González.

El precio es otro punto fuerte. El kilovatio-hora nuclear cuesta cuatro veces menos que el de otras fuentes de energía, en especial respecto al gas y al petróleo. La energía nuclear, pondera González, no emite gases de efecto invernadero. Los defensores de esta tecnología dicen que el uranio es barato y que hay reservas por 270 años.

Analistas como Ladislao Martínez del grupo Energía de Ecologistas en Acción, no creen en la estabilidad de la energía nuclear y aducen problemas de inseguridad, que los precios están al alza, que los residuos -activos por decenas de miles de años- no tienen solución fiable por el momento. El gobierno español tuvo que construir un basurero especial que tiene 70 años de vida útil, con la esperanza de que en ese período se encuentre una solución para los desechos atómicos.

En el mundo ha resurgido el interés por la energía atómica a pesar del accidente de Chernobyl y la aparición de una mayor conciencia ecológica. Muchos países firmantes del tratado de Kyoto, que regula la emisión de gases nocivos, debieron buscar otras formas de producir energía. La atómica se presentó como una solución, ya que no contamina la atmósfera, aunque sí genera residuos radioactivos. Algunos países europeos, Estados Unidos y China han elegido esta opción. Otros como Italia, que luego del accidente de Chernobyl decidió no utilizar esta fuente de energía, en la actualidad depende del abastecimiento extranjero. Francia, uno de los principales productores atómicos, es quien le vende la mayor parte de la electricidad. En la Unión Europea, alrededor del 30% del consumo de energía eléctrica, proviene de instalaciones nucleares.

En la región también ha habido un resurgimiento de este tema. En Argentina se está reconstruyendo Atucha 2 (abandonada en los años 80) y al mismo tiempo se planea enriquecer uranio. En Brasil, se proyecta la implementación de nuevas plantas que se sumarán a las dos ya existentes. Otro país que estudia la opción nuclear es Chile, luego de los problemas de abastecimiento de gas por parte de Argentina. Venezuela está manejando la posibilidad, a pesar de ser un país petrolero.

En Uruguay, es la Dirección Nacional de Energía y Tecnología Nuclear (DNETN), organismo dependiente del Ministerio de Industria y Energía, el que tiene la finalidad de "proponer y coordinar la política energética, tanto en lo que respecta a electricidad, hidrocarburos, gas natural, energías alternativas y en lo referente a energía nuclear", sostiene su director Gerardo Triunfo.

Sin embargo, el tema no aparece como algo sencillo ya que históricamente se han tenido dificultades para instrumentar planes a futuro. En 1993, hubo grandes movilizaciones ante el anuncio de una central atómica en Paso de los Toros. César Ortíz, uno de los organizadores de la protesta, dijo que se enteraron en la Eco Mundial 92 del acuerdo de cooperación nuclear firmado entre Canadá y Uruguay en 1988.

Unas 6.000 personas marcharon contra la planta, lo que hizo desistir al gobierno del tema. En 1997, se aprobó un artículo en la ley de Marco Energético que prohibe el uso de energía nuclear en territorio nacional.

"En los países serios, más ricos, ahorran más. Acá parecemos millonarios. Somos el lujo de la miseria, está el rancho de lata con el Mercedes Benz parado en la puerta", dice el senador tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro, miembro de la Comisión de Energía del Senado. "Estas políticas las tiene que llevar adelante la DNETN. Yo lo he denunciado públicamente. Basta ver lo pequeño que es el Ministerio de Industria comparado con por ejemplo, los edificios de ANCAP o de UTE. Había en el ministerio una oficinita donde trabajaban siete personas a media jornada, encargadas de planificar todo esto. ¿Qué le parece? No somos un país serio".

Pero si efectivamente el gobierno se decide apostar a construir una planta nuclear, deberá superar una serie de obstáculos. El primero de ellos, es el marco legal vigente en Uruguay que prohibe la generación de energía atómica, establecido en la ley 16.832, artículo 27. Actualmente, existe un proyecto para derogarla, presentado por el senador nacionalista Sergio Abreu. En la propuesta sostiene que es necesario quitar la prohibición para que valga la pena investigar y discutir si la energía nuclear es viable o no.

Pero el marco legal no es el único problema que deberá afrontar el gobierno en caso de que resuelva construir una planta nuclear. También está el tema de la opinión pública, la cual es mayoritariamente contraria. Daniel Marta, profesor de física nuclear de la Facultad de Ingeniería cree que una parte de la mala imagen que tiene la energía nuclear se debe al desconocimiento. "Los accidentes en las plantas se los asocia con la bomba atómica y he escuchado gente decir que puede haber explosiones nucleares y eso no es cierto".

De hecho resulta imposible que haya explosiones nucleares a no ser que se lo haga a propósito, ya que el material explosivo -uranio o plutonio-, no está lo suficientemente enriquecido o concentrado como para que explote. "El peligro no es de una explosión nuclear sino de la liberación de material radioactivo al ambiente", sostiene. Fue lo que sucedió en el famoso accidente de Chernobyl. Según Servián, quien trabajó por años en la Organismo Internacional de Energía Atómica, la población "mide con distinta vara", y sostiene que mucha más gente muere en el tránsito por ejemplo.

A pesar de los problemas, Henia Balter del CIN sostiene: "una planta nuclear es mucho menos contaminante que una térmica". Y que los deshechos radioactivos se pueden "contener, blindar y almacenar de forma segura, siguiendo determinados protocolos".

Pero a pesar de lo que crean los especialistas en esta área, convencer a la opinión pública de la necesidad de emplear energía nuclear y que esta no supone ningún riesgo, será un asunto complicado. Huidobro admite que hay una "cultura" por parte de la gente en ver con malos ojos la energía atómica. Heber piensa de manera similar y cree que "la opinión pública es contraria porque las personas no están debidamente informadas".

Pero si a pesar de todo el gobierno se decide por una planta nuclear también deberá tener en cuenta el largo tiempo que lleva su construcción y la fuerte inversión necesaria para instalarla. Según Servián, una planta nuclear acorde al tamaño de Uruguay, que pueda producir alrededor de 400 megavatios, costaría un mínimo de 400 y un máximo de 800 millones de dólares. Teniendo en cuenta que en el país no existe experiencia en este campo, los costes de instalación serían más caros por lo que debería tenderse a la estimación más alta.

Por otra parte está el tema del tiempo que demora su instalación. Según Servián tomaría entre cuatro y diez años, debido a que no es sólo el período que se emplea en su construcción, sino también porque es necesario sortear trabas legales, burocráticas, adquirir los materiales fisionables que no son de venta libre y convencer a la opinión pública.

En un estudio de la DNETN se manejan plazos aún más largos: entre el 2006 al 2012 se prevé un debate social, estudios, evaluaciones y decisiones tecnológicas. Durante este período también se actualizarían las leyes y se formarían recursos humanos. Luego vendría una etapa de licitaciones, propuestas y contratos que demoraría de dos a cinco años. Por último, la construcción sería de cuatro a cinco años. La planta estaría operativa recién entre el 2017 y el 2020.

Hay muchas dudas sobre la instalación de una planta. Uno de los expertos consultados, sostuvo que probablemente se haga al mejor estilo uruguayo: "a último momento y cuando ya no queden más opciones".

Las dificultades para hacer una política de Estado a largo plazo persisten. Según Huidobro, hasta ahora en el tema energético se han tomado decisiones por intereses particulares. Como ejemplo pone a UTE, que hasta hace poco "hacía propaganda para comprar artefactos eléctricos y hasta los financiaba". Y poco tiempo después, el gobierno tuvo que hacer campañas para el ahorro de energía... eléctrica.

El senador oficialista también menciona como esta empresa utiliza su poder para impedir que Botnia y Ence produzcan y vendan energía desde una central de biomasa hecha por ellos: no les permiten usar el cableado porque no han establecido una tarifa para ello.

"Los gerentes de UTE mandan más que el Poder Ejecutivo. En este país manda la burocracia, no el gobierno", sostiene Fernández Huidobro.

Una cosa es segura y es que el país deberá elegir si quiere o no energía nuclear. Decídase lo que se decida, los técnicos y los políticos coinciden en un plan de política energética a largo plazo. El senador Huidobro habla de un plan a 30 años y el ex presidente colorado Jorge Batlle coincide con él. Por ahora nadie los escucha.

ESTADOS UNIDOS DONÓ UN REACTOR NUCLEAR Y SE LO LLEVÓ A ESCONDIDAS

Almorzando ovejas radioactivas en Malvín Norte

URUGUAY TUVO SU reactor nuclear. En 1964, el gobierno de Estados Unidos organizó la convención "Átomos por la paz". Allí se trajo un pequeño reactor de poca potencia que podía ser usado con fines de investigación. Luego de finalizada la convención, el gobierno uruguayo ofreció una pequeña suma de dinero para quedárselo y los norteamericanos aceptaron. Según la directora Henia Balter del Centro de Investigaciones Nucleares (CIN), lugar donde fue instalado, el objetivo era "formar recursos humanos en el manejo de un reactor nuclear a pequeña escala con miras a que en un futuro pudieran usar plantas nucleares".

El generador fue empleado durante la década de los `70 y `80. Esto le sirvió a los técnicos uruguayos para ganar experiencia en su manejo y comprobar las estrictas medidas de seguridad que requiere este tipo de tecnología: todos los años, inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), controlaban todo.

A pesar de ello, hubo complicaciones. Primero con el tema de la seguridad que implicaba costos para el CIN ya que debían mantener guardia policial las 24 horas. El material radioactivo y el combustible nuclear debe estar en constante vigilancia. El reactor utilizaba aproximadamente tres kilos de uranio enriquecido al 20% (una bomba requiere una concentración del 80%), y de 10 a 15 kilos de combustible nuclear. También era problemático el manejo del material irradiado y contaminado que debía ser almacenado. Además, hubo problemas con los vecinos de Malvín Norte, zona en donde está ubicado el CIN. Jorge Servián, quien trabajó en la OIEA y fue director en la Dirección Nacional de Tecnología Nuclear, cuenta lo que pasó con unas ovejas que fueron utilizadas para investigaciones por parte del personal del CIN. Estas habían sido inyectadas con sustancias radioactivas. "Y se las robaron y se las comieron", señala.

El reactor comenzó a oxidarse y tener problemas de funcionamiento por lo que no se lo volvió a utilizar. Pero el manejo del material radioactivo seguía siendo un problema, hasta que en 1998 el gobierno estadounidense ofreció llevárselo gratis. "En Estados Unidos había una gran preocupación porque por muchos lados habían diseminado uranio enriquecido y tenían miedo de que este cayera en manos de terroristas", señala Servián. El gobierno aceptó el ofrecimiento y el reactor junto con el material radioactivo fue sacado furtivamente durante una madrugada. "Teníamos miedo que la prensa armara lío y que aparecieran ambientalistas". dice Servián.

En 1986, se propuso crear un centro de investigación nuclear, pero el plan no se llevó a cabo por falta de presupuesto. Lo mismo sucedió en 1991, cuando el director de la Comisión Nacional de Energía Atómica, el ingeniero Julio Carlos Riet, propuso la creación de una planta en Paso de los Toros. Pero al decir de Servián, "la iniciativa se diluyó porque no era un proyecto serio".