web.archive.org

Capítulo 4

  • ️Thu Nov 17 2072


El tercer peronismo o el peronismo del retorno

El 17 de noviembre de 1972 (el día de la militancia). Nuevo proyecto nacional “El Modelo Argentino”. Conflictos ideológicos. La lucha armada. La concertación social (nuestro Pacto de la Moncloa)

Luis Galcerán

Buenos días a todos, les agradecemos esta asistencia importante y en este marco, vamos a abordar el tema: El tercer peronismo o el peronismo del retorno. En esta etapa, se produce el regreso de Perón a su patria y su tercer gobierno, que es un nuevo proyecto nacional que Perón le plantea a los argentinos. Este es, digamos, otro Perón, que nos dice que “para un argentino no debe haber nada mejor que otro argentino”, es el Perón que se abraza con Balbin, y es el Perón, que nos deja su testamento político, su último libro denominado, “El Modelo Argentino para el Proyecto Nacional”; obra que nos manda a estudiar y a discutir unproyecto nacional. En esta etapa también surgen conflictos ideológicos y se discute violentamente entre distintos proyectos, fundamentalmente luego de su muerte. También el asesinato del Secretario General de la CGT, José Ignacio Rucci, es un disparador de la violencia. Para esta época, 1960-1970, o sea el tercer peronismo, o como también denominamos el peronismo del retorno, el contextointernacional influye en el peronismo y también en la dictadura existente para esta época.

Se dan procesos de liberación nacional, en Argelia; en Vietnam; China rompe con los soviéticos; lo que también se refleja en el peronismo y en la dictadura existente. El mayo francés del 68 (los jóvenes franceses, buscaban un nuevo mundo inspirados en la China maoísta); las primaveras de Praga y Varsovia; la revolución cubana y el Che en Bolivia; y el cordobazo en marzo/abril de 1969, insurgencia popular que empuja la caída del Gral. Onganía en Argentina. (leer artículo)
Tenemos que sumar al clima de esta época, el aporte del revisionismo histórico y de las cátedras nacionales, que nos permitieron el ingreso a las universidades. También recibimos la influencia, de la teología de la liberación y el movimiento de sacerdotes del tercer mundo, con impacto en los sectores de la Juventud católica. Este contexto internacional y nacional en la década de los 70, se hace insostenible para la dictadura argentina y así capitula ante Perón, que la fue derrotando en todas las variantes proscriptivas, desde 1955 hasta 1972. Y el peronismo crece, con los sectores que Perón va derrotando. En esta etapa, Perón le gana los sectores medios a la oligarquía y se suman sectores juveniles; que no venían del peronismo. Luego, un sector importante de esta juventud, es destruida violentamente por la represión militar, de la última dictadura. En este contexto se reafirma, el peronismo como un movimiento de afirmación nacional y popular, en un país dependiente y su carácter revolucionario, en lo político, social/cultural, y en lo económico.

En lo político: Perón en el periodo 46-51, promueve una serie de leyes que además del voto de la mujer en 1947, significaron la conversión en provincias, de los entonces territorios nacionales, con lo cual el padrón electoral, que se había obtenido con la ley Saenz Peña, de aproximadamente 3 millones de argentinos, pasó a ser de más de 8 millones de electores. Es decir, triplicó la cantidad de argentinos con derecho al sufragio. Si lo de la ley Saenz Peña fue calificado con justicia como una revolución política, el voto de la mujer y de todos aquellos argentinos que habitaban en los territorios nacionales, merece también ser calificado como una revolución política.

En lo social y en lo cultural: en esto conviene recordar manifestaciones del compañero Andrés Framini que nos dice “cuando apareció Perón en 1945 en la Secretaría de Trabajo y Previsión, yo era un joven obrero textil, que como todos los trabajadores vivíamos con bajos salarios, sin protección social, con largas jornadas de trabajo y mucho maltrato de los capataces”. Continúa Framini diciendo: “para mí eso era lo normal, pensaba que era la vida del obrero, que me había tocado ser y que me la tenía que aguantar. Perón me dijo que eso no era así, que eso era injusto, que había que cambiarlo y que se podía cambiar, si nos uníamos con los compañeros, en los sindicatos. Así Perón me abrió la cabeza. Desde entonces supe que no tenían derecho a explotarme”. Entonces, lo que le pasó a Andrés Framini, también le pasó a millones de trabajadores en la Argentina, que esta prédica les abrió la cabeza. Por eso también decimos que se trató de una revolución cultural. Si a esto le sumamos, toda la legislación social, que produce el peronismo en su etapa fundacional y que culmina con la institucionalización en la Constitución de 1949, podemos afirmar que se trató también de una revolución en el aspecto social y cultural.

En lo económico: también el peronismo fue revolucionario en este aspecto, y para eso es oportuno recordar, como logró distribuir el ingreso nacional y la participación que tuvo el sector de los trabajadores en dicha distribución del ingreso; donde el sector del trabajo, logró una participación mayor al 50% del ingreso nacional. En síntesis, podemos afirmar que el peronismo fue revolucionario, de la revolución posible y no de la revolución utópica.

El 17 de noviembre de 1972 – El día de la militancia: esta fue una jornada histórica, un día lluvioso, Perón retorna a la Argentina, luego de casi 18 años de exilio y proscripción política. Este retorno resulta inexplicable para politólogos y pensadores políticos, así por ejemplo el italiano Gianfranco Pasquino (discípulo de Bobbio) dijo: "el peronismo es un fenómeno excepcional, porque ningún partido dura tanto tiempo después de la muerte o exclusión de sus jefes". Luego de la caída de la última dictadura y durante el gobierno alfonsinista; se comenzó a definir y a designar al 17/11/72, como el día de la militancia. Celebración relacionada, con el regreso del Gral. Perón a su patria y siendo también en esta la última fecha, donde el peronismo exhibió UNIDAD a nivel nacional (recordemos que seis meses después, el 20 de junio de 1973 en Ezeiza se exhibió la dispersión del peronismo a nivel nacional). O sea que esta fecha se ejemplifica, en la lucha de 18 años por el retorno de Perón, en la idea de colectivo, de causa y de unidad de concepción. Así como los peronistas hablamos de militancia, otros partidos tienen punteros, activistas, luchadores, etc. Para ser claro: queremos y necesitamos militantes, no operadores políticos, que terminan formando parte de un ejército de mercenarios. Militantes, como los que recuperaron la presencia física de Perón para los argentinos y que fueron fundamentalmente, los sectores juveniles de entonces. Ahora bien ¿Qué es un militante? Esta palabra etimológicamente, viene de milicia, y milicia, viene de combate. Entonces militante es aquel que ha descubierto una verdad, una causa y que la defensa de esa causa; forma parte de su vida. Es también, un mensajero, un predicador y un combatiente de su idea, para persuadir y para servir. Es una forma de vida y de actuar, que logra lealtad, con el ejemplo: Perón nos enseñó, que la lealtad no se exige; se gana con el ejemplo. Entonces el mejor homenaje a la militancia, es recuperar la mística de esos 18 años, y formar cuadros y dirigentes; para que crezcan y trabajen en equipo. Porque la mística, es el fundamento de la militancia, si no hay mística, todo es plata, caja y oportunismo. La mística, mata la billetera y puede terminar con la caja y el aparato. Pero tampoco se trata de ser santos: mezquindades tenemos todos, pero si nos convocan a causas nobles y heroicas, todos podemos ser héroes. Sin una causa, el individualismo y el consumismo, nos come la cabeza.

Nuevo Proyecto Nacional “El Modelo Argentino”: Historia. Perón anuncia este libro el 1º de mayo de 1974, en el Congreso nacional; el 31 de mayo, se lo presenta al gabinete nacional y muere el 1º de julio de 1974; con esta obra, sin editar ni publicar. En consecuencia hay 16 versiones del modelo y entonces hace falta fijar un texto definitivo y hacer una publicación masiva. Si estamos de acuerdo en afirmar que “La comunidad organizada” es el alfa del peronismo, “El modelo argentino para el proyecto nacional” es sin duda su omega, como afirma el compañero Oscar Castellucci, quien se encargó de esta tarea de fijar un texto definitivo del Modelo Argentino en un libro de reciente publicación. O sea que “El modelo argentino” vendría a ser la última actualización hecha por Perón, de su “Comunidad organizada”. Hay una relación directa y de continuidad entre la Comunidad organizada y el Modelo argentino. Podemos afirmar, que el proyecto político arquitectónico de Perón fue siempre el mismo, con los necesarios cambios de lenguaje que el gusto de la época exigía. Un punto clave, es la preocupación de Perón respecto al desfase entre el progreso material y espiritual en los tiempos modernos. Colaboraron en la redacción del modelo argentino el Coronel Vicente Damasco, el Dr. Angel Monti y el sociólogo Miguens. Pero moraleja: si hubiéramos seguido este último mandato de Perón en su testamento político, el modelo argentino ¿qué nos dijo? Básicamente, nos dice estudien y definan un proyecto nacional, un pensamiento propio; entonces hoy no nos tendríamos que lamentar de modas y desengaños, como fueron el setentismo y el noventismo. Hagamos memoria, en la década del 90, adoptamos la moda neoliberal y terminó en desengaño; y en desengaño terminó también, el setentismo. La enseñanza es entonces: basta de seguir modas ideológicas, estudiemos y discutamos un proyecto nacional, que nos marque el rumbo y nos fije los límites, dentro del pensamiento nacional.

Conflictos ideológicos y la lucha armada: Hubo sectores de nuestro movimiento y de la sociedad argentina, que cedieron a la tentación de la violencia y que plantearon la lucha armada, a través de organizaciones guerrilleras, que adoptaron distintas denominaciones. Así por ejemplo, estas formaciones especiales fueron: las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas, creadas en 1968, bajo la conducción de “Cacho” El Kadri). Montoneros: formados fundamentalmente en colegios católicos, el propio padre Carlos Mujica reconoce haberlos instruido en la Juventud Estudiantil Católica, en excursiones a las villas de Retiro. Podríamos mencionar a su entonces conducción, a cargo de Firmenich, Perdía, Norma Arostito, Vaca Narvaja, etc. FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias, que surgen en apoyo a la tarea del Che en Bolivia). Descamisados: este sector también plantea la lucha armada y todos terminan fusionándose en una sola organización; o sea FAP, Montoneros, FAR y Descamisados. Queda fuera de esta fusión el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Los dirigentes de estas organizaciones terminan enamorados de la violencia, confrontando incluso con el propio gobierno constitucional del Gral. Perón, y sacrificando una generación, que finalmente resulta masacrada, durante la última dictadura militar. Juan Manuel Abal Medina, quien fuera durante los 70, Secretario General del Partido Justicialista, nos dice: Montoneros, sobre todo luego de la fusión con FAR, fue generando opciones ideológicas diferenciadas de los postulados de Perón y culmina con un discurso de Firmenich en Atlanta, en el que adopta una ideología claramente marxista-leninista. Luego, continua diciendo Abal Medina, vino el asesinato de Rucci, por un comando que pertenecía a Montoneros. Este asesinato, cerró todo tipo de arreglo (fuente: 1º revista Movimiento, del año 2006, páginas 35 a 37). Entonces los esfuerzos de Perón para evitar la violencia y sus gestos; como el abrazo con Balbin y la frase superadora “para un argentino no debe haber nada mejor que otro argentino” no son escuchados, y esta vanguardia militar insurreccional, insiste en tomar el poder con las armas. Olvidando, que la guerrilla, nunca le ganó al ejército profesional (aunque sí a guardias pretorianas) y sin entender que Perón quería derrotar al partido militar y no a las fuerzas armadas.

La concertación social: Vuelvo a destacar que en esta etapa del tercer peronismo, logramos recuperar a los sectores intelectuales y medios que habíamos perdido en el 55 y que vuelven a acompañar a Perón, ya en el último tramo de su exilio. Este escenario hace posible, que hubiera coincidencias tendientes a una concertación social. Como antecedente puede tomarse al documento “La hora del Pueblo”, que firmaron Perón y Balbin haciendo causa común, contra la dictadura del Gral. Onganía y su deseo de perpetuarse. Así se lograron coincidencias programáticas entre los partidos políticos y las organizaciones económicas y sociales. Todos los partidos políticos firmaron, los trabajadores firmaron y los empresarios también; dando lugar a veinte proyectos de ley, que luego fueron sancionados por unanimidad durante el gobierno de Cámpora. Entonces esta concertación o pacto social, fue acompañado por los distintos partidos políticos, por los sectores del trabajo, en ese momento representados por Rucci como secretario General de la Confederación General del Trabajo, y por los sectores empresarios (CGE), con la sola excepción de un grupo agrario, de la provincia de Buenos Aires, que presidía el Dr. Aguado, que fue luego funcionario de la dictadura y de Macri, con lo cual acredita coherencia consistente. Así entonces podríamos decir que esta experiencia de concertación social, fue nuestro Pacto de la Moncloa, o con más actualidad que esta experiencia de España, podríamos mencionar entonces a la Concertación chilena.

Así damos por concluida esta clase, y les recuerdo que la próxima es el sábado 1º de julio, con el tema el cuarto peronismo o el peronismo bajo el proceso.


ARTICULOS PERIODISTICOS


La historia oculta de aquella noche de los bastones largos

El 29 de julio de 1966, la policía del dictador Onganía arrasó Ciencias Exactas. La orden la dio el jefe de la SIDE, general Señorans. Aquí se revela una historia desconocida de aquella noche trágica.

EL IMPERIO DEL GARROTE. El 29 de julio de 1966, la represión en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, contra estudiantes y docentes. (Archivo Clarín)

María Seoane

Se conocen el escenario, el día y los hechos: el viernes 29 de julio de 1966, a un mes del golpe militar que derrocó al gobierno constitucional del presidente Arturo Illia e inauguró la dictadura del general Juan Carlos Onganía, en la Facultad de Ciencias Exactas en la eterna Manzana de las Luces, la Guardia de Infantería policial que dirigía el general Mario Fonseca cargó a garrotazos y con gases lacrimógenos contra estudiantes, docentes y profesores extranjeros invitados y hubo 200 detenidos y numerosos heridos. Se conocen los antecedentes de esos hechos: entre 1957 y esa noche, la Universidad de Buenos Aires, la más potente y poblada de las nacionales, vivía una época de oro inaugurada con el rectorado del filósofo e intelectual Rizieri Frondizi, hermano del Presidente Arturo. En su gestión, que luego continuó el ingeniero Hilario Fernández Long, se modernizó la Universidad, se lanzaron campañas de alfabetización, se fundaron las carreras de Psicología y Sociología, el Instituto del Cálculo, que estudió la trayectoria del cometa Haley; se creó el Consejo Nacional de Investigaciones Cinetíficas y Técnicas (Conicet), se fundó la Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba), que llegó a editar 11 millones de libros a precios bajos, en fin, se democratizó la Universidad hasta niveles antes desconocidos en la Argentina. A partir del avance militar en el gobierno de Illia, los estudiantes encresparon sus críticas: primero, ante la muerte de un estudiante en las movilizaciones contra la invasión norteamericana a Santo Domingo, en 1965, que anunciaba el comienzo de la feroz Doctrina de la Seguridad Nacional en Latinoamérica, y luego, a partir de la amenaza creciente de reducción del presupuesto educativo, que por entonces era la increíble cifra del 20% del total del Presupuesto nacional. Pero el inicio del gobierno golpista, confesional y anticomunista de Onganía atizó la oposición estudiantil.

Se conocen también los móviles dictatoriales: poner fin a la autonomía universitaria y la libertad de cátedra; silenciar las criticas; escarmentar la rebeldía estudiantil y docente de todas las universidades nacionales. Y se conocen las consecuencias: 1.378 docentes que renuncian o parten al exilio. Unos 301 emigraron: 215 eran científicos y 86 investigadores en distintas áreas. Se inició el éxodo de científicos que no se detendría a partir de entonces.

Cuarenta años después del asalto violento de la Policía a Ciencias Exactas, que se denominó La noche de los bastones largos, es posible afirmar que se quebró no sólo la más formidable acumulación de conocimiento científico que la Argentina había logrado hasta mediados del siglo XX, sino también se abrió el camino a la intolerancia y se atrincheró a una generación de argentinos en la idea fatal de que la violencia política era el recurso para restaurar la libertad.

En nombre del hijo

Se conocen, entonces, los hechos, los protagonistas, los móviles y las consecuencias de aquella noche trágica. Pero aún permanecen oscuras, en los pliegues siempre apretados de la historia, muchas preguntas. Esa noche, hubo un joven estudiante de Física que intentó avisar que la Policía llegaría para invadir y reprimir en Ciencias Exactas . ¿Quién era ese joven?Eduardo Scolnik —miembro hoy del Departamento de Programación Informática del INDEC— contó a Clarín episodios aún desconocidos pero que expresan la complejidad y paradojas que rodearon no pocas veces la historia argentina.

Eduardito Señorans era único hijo del general Eduardo Argentino Señorans y Romilda Cerruti Costa. "Estudiante de Física en la Facultad de Ciencias, Eduardito Señorans había sido un militante católico, fuerza de choque en las manifestaciones de la 'laica o libre', por el bando de los que querían la educación privada y religiosa en las escuelas. Pero hacia 1962 ingresa a la Facultad y, recién producida la revolución cubana, y seguramente por eso y por la influencia de su tío, el abogado laboralista y nacionalista católico Luis Benito Cerrutti Costa, Eduardito comenzó a virar a posiciones de izquierda. Nos conocemos en 1963. Teníamos muchas charlas entre nosotros. Eduardito decía que la revolución cubana iba en serio, que era una verdadera revolución porque habían encarado a fondo el tema de la educación de la gente, a diez o quince años".

En ese período, recordó Scolnik, Eduardito Señorans comienza a enfrentarse duramente con su padre, para entonces general de brigada. El general Señorans había sido jefe del Estado Mayor de la llamada "Revolución Libertadora" que comandada por los generales Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu derrocó a Juan Perón en setiembre de 1955. Unido por convicción a Lonardi, Señorans fue su subsecretario de Guerra. Mientras que su cuñado, Luis Benito Cerrutti Costa, fue nombrado ministro de Trabajo y Previsión. El golpe interno de Aramburu contra Lonardi lo alejó del Ejército en noviembre de 1955. Fue Onganía quien sacará de la actividad privada a Señorans para darle el cargo de jefe de la SIDE, cuando, en junio de 1966 instaure una dictadura integrista con pretenciones milenaristas. Señorans, entonces, se transformó en una pieza clave de esa dictadura. Su hijo, en pleno 1966, recuerda Scolnik, "ya revistaba en las filas de la izquierda universitaria aunque como líbero, es decir, sin partido". Su tío Cerrutti Costa, que había confluido con Señorans en el antiperonismo en 1955, había comenzado también a virar hacia posiciones revolucionarias. Será editor de Operación masacre, de Rodolfo Walsh, y a fines del sesenta y principios del setenta, se encargará de la defensa de presos políticos, entre ellos varios guerrilleros peronistas y guevaristas. Fue cofundador de la revista Nuevo Hombre y editor del diario El Mundo, para entonces todas empresas vinculadas a la guerrilla guevarista del ERP. Deberá exiliarse en París en 1975 ante las reiteradas amenazas de la Triple A. Murió en 1977.

Scolnik recuerda que las contradicciones en esa familia estallaron con virulencia precisamente la noche del 29 de julio de 1966. "Fuimos amigos estrechos. Nos conocían por 'los eduarditos'. Los padres me invitaban a su casa en Cardales. Era el amigo entrañable de un hijo único entrañable. Nuestros padres eran parecidos. Mi padre era un médico que huyó de Ucrania porque la revolución bolchevique le expropió todo. Mi padre era profundamente anticomunista. No se podía hablar nada con él que no coincidiera con su ideología. Lo mismo le pasaba a Eduardito Señorans. Había un constante enfrentamiento con su padre."

Luego del golpe de Onganía —continúa Scolnik—, "el régimen consideraba a la Universidad como un 'nido de rebeldes, comunistas'. Y la verdad, visto a la distancia, nadie hacía nada que pudiera afectar las bases del sistema, todavía. Y si bien la izquierda estaba fragmentada, la derecha también. Y el aglutinante de la derecha fue el anticomunismo. Así que debían construir ese enemigo que los uniera. Recuerdo que el decano de Exactas, Rolando García, entonces era un gran admirador de las universidades norteamericanas. Pedía subsidios a la Fundación Ford y estaba muy lejos de ser un comunista o un revolucionario. Era un científico que pedía libertad de pensamiento y de investigación".

Al mes del golpe, la agitación estudiantil crecía en tanto se defendía la autonomía universitaria atacada por el decreto ley 16.912. "La noche del 29 de julio, entonces, Eduardito estaba en su casa. Escucha a su padre hablar por teléfono con Fonseca, el jefe de la Policía Federal. Eduardito me contó luego (ese día yo estaba enfermo y no había ido a la facultad) que su padre le dijo a Fonseca: 'Andá a la Facultad de Ciencias Exactas y matalos a palos'". Entonces, el joven Señorans trató de avisar lo que ocurriría a sus compañeros en la Facultad. "Llamó por teléfono, pero el que lo atendió no le creyó lo que le decía, que la Policía cargaría contra la Facultad. Desesperado, corrió hasta la Facultad —ellos vivían en la calle Junín y Peña— para avisarle al decano Rolando García lo que se estaba planeando. Pero cuando llegó, la Facultad ya estaba acordonada y no pudo entrar. Así que, desconsolado, me llamó y me dijo que igual se metería a defender la Facultad. Le dije que no lo hiciera, que ya era tarde. A las 22, se desata la represión. Eduardito siempre se sintió culpable. Yo nunca pude volver a esa casa. Los dos dejamos la Facultad. Nos fuimos. Eduardito no quería ser asociado a su padre. Nos dejamos de ver por años. El murió en los años ochenta."

El último servicio público del general Señorans, antes de morir en 1993, fue defender al dictador Leopoldo Galtieri en el juicio militar por la Guerra de Malvinas. Señorans pidió su absolución con el argumento de que las decisiones políticas no podían ser revisadas ni pasibles de castigo. "Tal vez —reflexiona Scolnik— esa orden de reprimir inédita en la historia de la Universidad era también el odio que sentía el general contra quienes, él pensaba, habían cambiado la cabeza a su hijo."

De llegar a tiempo, el gesto del joven Señorans no hubiera cambiado la decisión dictatorial de cerrar la Universidad. Tal vez se hubiera evitado la violencia brutal contra esas cabezas. Porque la historia suele tramarse con grandes madejas y con pequeños hilos, casi invisibles pero igualmente decisivos. (volver a la clase)

Extraído de www.clarin.com

El pacto de silencio de Trelew

La idea de la fuga estuvo siempre viva en los seis pabellones que los presos políticos ocupaban en el penal de Rawson. Luego de descartar que un avión contratado fuera obligado a aterrizar en las adyacencias de la cárcel, como les sugerían sus compañeros desde el exterior, Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán y Marcos Osatinsky, integrantes del comité encargado de la planificación y ejecución de la huida, se inclinaron por un diseño que parecía más sencillo: tras el copamiento de la cárcel, en camiones y camionetas, 110 guerrilleros se trasladarían hasta el aeropuerto. Allí abordarían aviones de línea para cruzar la cordillera. Si lo conseguían, podrían afirmar que habían protagonizado la fuga más grande de la historia argentina. Contaban con que el gobierno del socialista chileno Salvador Allende, por principios o por condicionamientos, no podría devolverlos a la dictadura. Fueron meses de trabajo intenso, sigiloso. Fabricaron uniformes, gorras, bordaron las insignias del servicio penitenciario, levantaron planos, acumularon información minuciosa de la rutina de los guardias, estudiaron horarios de aviones, frecuencias de vuelos. Habían logrado ingresar unas pocas armas cortas que servirían para reducir a los primeros efectivos; el resto del armamento lo proveerían los propios carceleros. Los militares iban a sospechar siempre que las pistolas habían sido introducidas en el penal durante las visitas por el abogado radical Mario Abel Amaya. Se tomaron un tiempo, pero no lo olvidaron: Amaya fue detenido y asesinado a golpes en la cárcel cuatro años después, en octubre de 1976.

A las 18.30 del 15 de agosto de 1972, con unos minutos de retraso, Santucho se quitó el sweater que llevaba puesto y lo agitó. Era la señal de comienzo de la operación gestada por el acuerdo del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Montoneros, desde el exterior, se había negado a avalar la acción, al menos como organización. Consideraba que no serviría sino para poner piedras en el camino de las elecciones generales que se avecinaban. Sin embargo, sus militantes detenidos en Rawson no quisieron quedar al margen del intento. Su representante en el Comité de Fuga era Fernando Vaca Narvaja e integraba el contingente destinado a salir en el primero de los vehículos junto a Santucho, Gorriarán, Domingo Mena (todos dirigentes del PRT), Marcos Osatinsky y Roberto Quieto (jefes de las FAR). Tiempo después, “el gringo” Mena le contaría a su compañero del Buró Político Luis Mattini que él llevaba también un uniforme “pero yo parecía un comisario de pueblo. Vaca Narvaja lo llevaba como un oficial”. Vaca Narvaja tenía, sin duda, el “physique du rôle” y su prestancia ayudó a disuadir al guardia que, extrañado, dudó al verlos llegar. Un rato después, cuando con Santucho corrieron por la pista del aeropuerto para detener el avión que carreteaba, fue la naturalidad con que llevaba el uniforme de mayor del ejército la que terminó de convencer a los pilotos de que debían detener la máquina. El uso del uniforme constituía una afrenta adicional para el honor militar. Al punto de que al arribar a Chile, se le solicitó al jefe montonero que, para desembarcar, se desvistiera.

Durante la fuga, los guerrilleros abrieron fuego una sola vez. Marcos Osatinsky disparó contra el guardiacárcel Juan Gregorio Valenzuela, el único que atinó a resistirse. Según estaba estipulado, una vez tomados los pasillos, los pabellones, la dirección y los puestos de guardia, buscaron los camiones. Pero los transportes no estaban allí. Sólo se había hecho presente un coche en el que estaba como chofer el militante de las FAR Carlos Goldemberg. A él ascendieron los seis máximos dirigentes. Convencidos de que la fuga masiva había fracasado, los restantes detenidos llamaron taxis y remises. Así, otros 19 prisioneros alcanzaron el aeropuerto. Era demasiado tarde. El BAC 111 de Austral ya había levantado vuelo. Entre el pasaje estaban Víctor “el gallego” Fernández Palmeiro y Alejandro Ferreyra, ambos del PRT, y Ana Wiesen, de las FAR, quienes tenían como misión ingresar en la cabina y controlar a los pilotos. Losguerrilleros que habían quedado en tierra pactaron su entrega: pidieron la presencia de un juez y de un médico que constatara su estado físico. Actuaban como voceros Rubén Pedro “el Indio” Bonet y Mariano Pujadas. Exigieron ser devueltos a Rawson y no a dependencias militares. El capitán de corbeta Luis Emilio Sosa les dio su palabra de que así se haría. Sin embargo, el ómnibus que los trasladaba tuvo una larga parada a mitad de camino y al reanudar la marcha el destino había cambiado: se dirigían a la base naval Almirante Zar. Transcurrió una semana. Los sucesos del sur tenían en vilo al gobierno del general Alejandro Agustín “el cano” Lanusse, quien por esas cosas del destino (en realidad, por su ferviente antiperonismo) había pasado un largo período prisionero en Rawson, donde, solía recordar, había trabajado en la construcción del campo de fútbol. La foto con uniforme de preso estaba, para el que quisiera mirarla, debajo del vidrio de su escritorio.

El 21 de agosto fue un día de reuniones militares en la Casa Rosada. Desde las 11 de la mañana se dio cita ahí la Junta de Comandantes: Lanusse, el brigadier Carlos Alberto Rey y el almirante Guido Natal Coda. El secretario de la junta, brigadier Ezequiel Martínez, el secretario de la presidencia Rafael Panullo y el ministro del Interior, el radical Arturo Mor Roig, iban y venían. Estuvieron hasta altas horas. Se cuenta que un corresponsal de la prensa inglesa comentó a sus colegas de Balcarce 50: “Esta noche los matan a todos”. No era una corazonada. Ciertos datos se habían filtrado. La gente común sentía que, con las horas, el ambiente se enrarecía. Algo terrible iba a ocurrir. A las 3.30 del 22, el capitán Sosa, seguido por el capitán Herrera y los tenientes Roberto Bravo y Del Real, sacó a los rehenes de sus celdas y comenzó a disparar. Murieron Mario Delfino, Rubén Bonet, Ana María Villarreal de Santucho, Eduardo Capello, Carlos Alberto del Rey, Clarisa Lea Place, José Ricardo Mena, Miguel Angel Polti, Humberto Suárez, Humberto Toschi y José Alejandro Ulla, todos del PRT; Carlos Astudillo, Alfredo Kohon, María Angélica Sabelli, de las FAR y Mariano Pujadas y Adriana Lesgart de Yofre de Montoneros. Sobrevivieron, malamente heridos, María Antonia Berger y Ricardo René Haidar, de Montoneros, y Alberto Miguel Camps, de las FAR.

El capitán Sosa fue premiado con un curso en los Estados Unidos y, al igual que el teniente Bravo, con un puestito en la embajada argentina en Washington. Se dice que más tarde, Sosa pasó por un país latinoamericano y hay quien creyó verlo por Buenos Aires durante la Guerra del Atlántico Sur. Lo único firme es que Sosa pasó a retiro el 1º de abril de 1981. Dos años antes, el 1º de abril de 1979, lo había hecho el teniente Bravo. Afirman que su paradero es el secreto mejor guardado por la marina, que tiene muchos. Podrían haber muerto. Quizás. O tal vez no, han tenido suerte y gozan de una vejez silenciosa y tranquila y algún placer que, de tanto en tanto, les permiten los haberes que deben seguir cobrando por los servicios a la patria. (Volver a la clase)
Extraído de www.pagina12.com.ar