A. Einstein (1949): �Por qu� socialismo?.
- ️Antonio Gramsci/Marxists Internet Archive
�Por qu� socialismo?
Primera Edición: En Monthly Review, Nueva York, mayo de 1949.
Digitalización y Fuente: Uni�n de Juventudes Socialistas de Puerto Rico.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2000.
�Debe qui�n no es un experto en cuestiones econ�micas y sociales opinar sobre el socialismo? Por una serie de razones creo que si.
Perm�tasenos primero considerar la cuesti�n desde el punto de vista del conocimiento cient�fico. Puede parecer que no hay diferencias metodol�gicas esenciales entre la astronom�a y la econom�a: los cient�ficos en ambos campos procuran descubrir leyes de aceptabilidad general para un grupo circunscrito de fen�menos para hacer la interconexi�n de estos fen�menos tan claramente comprensible como sea posible. Pero en realidad estas diferencias metodol�gicas existen. El descubrimiento de leyes generales en el campo de la econom�a es dif�cil por que la observaci�n de fen�menos econ�micos es afectada a menudo por muchos factores que son dif�cilmente evaluables por separado. Adem�s, la experiencia que se ha acumulado desde el principio del llamado per�odo civilizado de la historia humana --como es bien sabido-- ha sido influida y limitada en gran parte por causas que no son de ninguna manera exclusivamente econ�micas en su origen. Por ejemplo, la mayor�a de los grandes estados de la historia debieron su existencia a la conquista. Los pueblos conquistadores se establecieron, legal y econ�micamente, como la clase privilegiada del pa�s conquistado. Se aseguraron para s� mismos el monopolio de la propiedad de la tierra y designaron un sacerdocio de entre sus propias filas. Los sacerdotes, con el control de la educaci�n, hicieron de la divisi�n de la sociedad en clases una instituci�n permanente y crearon un sistema de valores por el cual la gente estaba a partir de entonces, en gran medida de forma inconsciente, dirigida en su comportamiento social.
Pero la tradici�n hist�rica es, como se dice, de ayer; en ninguna parte hemos superado realmente lo que Thorstein Veblen llam� "la fase depredadora" del desarrollo humano. Los hechos econ�micos observables pertenecen a esa fase e incluso las leyes que podemos derivar de ellos no son aplicables a otras fases. Puesto que el verdadero prop�sito del socialismo es precisamente superar y avanzar m�s all� de la fase depredadora del desarrollo humano, la ciencia econ�mica en su estado actual puede arrojar poca luz sobre la sociedad socialista del futuro.
En segundo lugar, el socialismo est� guiado hacia un fin �tico-social. La ciencia, sin embargo, no puede establecer fines e, incluso menos, inculcarlos en los seres humanos; la ciencia puede proveer los medios con los que lograr ciertos fines. Pero los fines por si mismos son concebidos por personas con altos ideales �ticos y --si estos fines no son endebles, sino vitales y vigorosos-- son adoptados y llevados adelante por muchos seres humanos quienes, de forma semi-inconsciente, determinan la evoluci�n lenta de la sociedad.
Por estas razones, no debemos sobrestimar la ciencia y los m�todos cient�ficos cuando se trata de problemas humanos; y no debemos asumir que los expertos son los �nicos que tienen derecho a expresarse en las cuestiones que afectan a la organizaci�n de la sociedad. Muchas voces han afirmado desde hace tiempo que la sociedad humana est� pasando por una crisis, que su estabilidad ha sido gravemente da�ada. Es caracter�stico de tal situaci�n que los individuos se sienten indiferentes o incluso hostiles hacia el grupo, peque�o o grande, al que pertenecen. Como ilustraci�n, d�jenme recordar aqu� una experiencia personal. Discut� recientemente con un hombre inteligente y bien dispuesto la amenaza de otra guerra, que en mi opini�n pondr�a en peligro seriamente la existencia de la humanidad, y subray� que solamente una organizaci�n supranacional ofrecer�a protecci�n frente a ese peligro. Frente a eso mi visitante, muy calmado y tranquilo, me dijo: "�porqu� se opone usted tan profundamente a la desaparici�n de la raza humana?"
Estoy seguro que hace tan s�lo un siglo nadie habr�a hecho tan ligeramente una declaraci�n de esta clase. Es la declaraci�n de un hombre que se ha esforzado in�tilmente en lograr un equilibrio interior y que tiene m�s o menos perdida la esperanza de conseguirlo. Es la expresi�n de la soledad dolorosa y del aislamiento que mucha gente est� sufriendo en la actualidad. �Cu�l es la causa? �Hay una salida?
Es f�cil plantear estas preguntas, pero dif�cil contestarlas con seguridad. Debo intentarlo, sin embargo, lo mejor que pueda, aunque soy muy consciente del hecho de que nuestros sentimientos y esfuerzos son a menudo contradictorios y obscuros y que no pueden expresarse en f�rmulas f�ciles y simples.
El hombre es, a la vez, un ser solitario y un ser social. Como ser solitario, procura proteger su propia existencia y la de los que est�n m�s cercanos a �l, para satisfacer sus deseos personales, y para desarrollar sus capacidades naturales. Como ser social, intenta ganar el reconocimiento y el afecto de sus compa�eros humanos, para compartir sus placeres, para confortarlos en sus dolores, y para mejorar sus condiciones de vida. Solamente la existencia de �stos diferentes, y frecuentemente contradictorios objetivos por el car�cter especial del hombre, y su combinaci�n espec�fica determina el grado con el cual un individuo puede alcanzar un equilibrio interno y puede contribuir al bienestar de la sociedad. Es muy posible que la fuerza relativa de estas dos pulsiones est�, en lo fundamental, fijada hereditariamente. Pero la personalidad que finalmente emerge est� determinada en gran parte por el ambiente en el cual un hombre se encuentra durante su desarrollo, por la estructura de la sociedad en la que crece, por la tradici�n de esa sociedad, y por su valoraci�n de los tipos particulares de comportamiento. El concepto abstracto "sociedad" significa para el ser humano individual la suma total de sus relaciones directas e indirectas con sus contempor�neos y con todas las personas de generaciones anteriores. El individuo puede pensar, sentirse, esforzarse, y trabajar por si mismo; pero �l depende tanto de la sociedad -en su existencia f�sica, intelectual, y emocional- que es imposible concebirlo, o entenderlo, fuera del marco de la sociedad. Es la "sociedad" la que provee al hombre de alimento, hogar, herramientas de trabajo, lenguaje, formas de pensamiento, y la mayor�a del contenido de su pensamiento; su vida es posible por el trabajo y las realizaciones de los muchos millones en el pasado y en el presente que se ocultan detr�s de la peque�a palabra "sociedad".
Es evidente, por lo tanto, que la dependencia del individuo de la sociedad es un hecho que no puede ser suprimido -- exactamente como en el caso de las hormigas y de las abejas. Sin embargo, mientras que la vida de las hormigas y de las abejas est� fijada con rigidez en el m�s peque�o detalle, los instintos hereditarios, el patr�n social y las correlaciones de los seres humanos son muy susceptibles de cambio. La memoria, la capacidad de hacer combinaciones, el regalo de la comunicaci�n oral ha hecho posible progresos entre los seres humanos que son dictados por necesidades biol�gicas. Tales progresos se manifiestan en tradiciones, instituciones, y organizaciones; en la literatura; en las realizaciones cient�ficas e ingenieriles; en las obras de arte. Esto explica que, en cierto sentido, el hombre puede influir en su vida y que puede jugar un papel en este proceso el pensamiento consciente y los deseos.
El hombre adquiere en el nacimiento, de forma hereditaria, una constituci�n biol�gica que debemos considerar fija e inalterable, incluyendo los impulsos naturales que son caracter�sticos de la especie humana. Adem�s, durante su vida, adquiere una constituci�n cultural que adopta de la sociedad con la comunicaci�n y a trav�s de muchas otras clases de influencia. Es esta constituci�n cultural la que, con el paso del tiempo, puede cambiar y la que determina en un grado muy importante la relaci�n entre el individuo y la sociedad como la antropolog�a moderna nos ha ense�ado, con la investigaci�n comparativa de las llamadas culturas primitivas, que el comportamiento social de seres humanos puede diferenciar grandemente, dependiendo de patrones culturales que prevalecen y de los tipos de organizaci�n que predominan en la sociedad. Es en esto en lo que los que se est�n esforzando en mejorar la suerte del hombre pueden basar sus esperanzas: los seres humanos no est�n condenados, por su constituci�n biol�gica, a aniquilarse o a estar a la merced de un destino cruel, infligido por ellos mismos.
Si nos preguntamos c�mo la estructura de la sociedad y de la actitud cultural del hombre deben ser cambiadas para hacer la vida humana tan satisfactoria como sea posible, debemos ser constantemente conscientes del hecho de que hay ciertas condiciones que no podemos modificar. Como mencion� antes, la naturaleza biol�gica del hombre es, para todos los efectos pr�cticos, inmodificable. Adem�s, los progresos tecnol�gicos y demogr�ficos de los �ltimos siglos han creado condiciones que est�n aqu� para quedarse. En poblaciones relativamente densas asentadas con bienes que son imprescindibles para su existencia continuada, una divisi�n del trabajo extrema y un aparato altamente productivo son absolutamente necesarios. Los tiempos -- que, mirando hacia atr�s, parecen tan id�licos -- en los que individuos o grupos relativamente peque�os pod�an ser totalmente autosuficientes se han ido para siempre. Es s�lo una leve exageraci�n decir que la humanidad ahora constituye incluso una comunidad planetaria de producci�n y consumo.
Ahora he alcanzado el punto donde puedo indicar brevemente lo que para m� constituye la esencia de la crisis de nuestro tiempo. Se refiere a la relaci�n del individuo con la sociedad. El individuo es m�s consciente que nunca de su dependencia de sociedad. Pero �l no ve la dependencia como un hecho positivo, como un lazo org�nico, como una fuerza protectora, sino como algo que amenaza sus derechos naturales, o incluso su existencia econ�mica. Por otra parte, su posici�n en la sociedad es tal que sus pulsiones ego�stas se est�n acentuando constantemente, mientras que sus pulsiones sociales, que son por naturaleza m�s d�biles, se deterioran progresivamente. Todos los seres humanos, cualquiera que sea su posici�n en la sociedad, est�n sufriendo este proceso de deterioro. Los presos a sabiendas de su propio ego�smo, se sienten inseguros, solos, y privados del disfrute ingenuo, simple, y sencillo de la vida. El hombre s�lo puede encontrar sentido a su vida, corta y arriesgada como es, dedic�ndose a la sociedad.
La anarqu�a econ�mica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, en mi opini�n, la verdadera fuente del mal. Vemos ante nosotros a una comunidad enorme de productores que se est�n esforzando incesantemente priv�ndose de los frutos de su trabajo colectivo -- no por la fuerza, sino en general en conformidad fiel con reglas legalmente establecidas. A este respecto, es importante se�alar que los medios de producci�n --es decir, la capacidad productiva entera que es necesaria para producir bienes de consumo tanto como capital adicional-- puede legalmente ser, y en su mayor parte es, propiedad privada de particulares.
En aras de la simplicidad, en la discusi�n que sigue llamar� "trabajadores" a todos los que no compartan la propiedad de los medios de producci�n -- aunque esto no corresponda al uso habitual del t�rmino. Los propietarios de los medios de producci�n est�n en posici�n de comprar la fuerza de trabajo del trabajador. Usando los medios de producci�n, el trabajador produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista. El punto esencial en este proceso es la relaci�n entre lo que produce el trabajador y lo que le es pagado, ambos medidos en valor real. En cuanto que el contrato de trabajo es "libre", lo que el trabajador recibe est� determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades m�nimas y por la demanda de los capitalistas de fuerza de trabajo en relaci�n con el n�mero de trabajadores compitiendo por trabajar. Es importante entender que incluso en teor�a el salario del trabajador no est� determinado por el valor de su producto.
El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte debido a la competencia entre los capitalistas, y en parte porque el desarrollo tecnol�gico y el aumento de la divisi�n del trabajo animan la formaci�n de unidades de producci�n m�s grandes a expensas de las m�s peque�as. El resultado de este proceso es una oligarqu�a del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada pol�ticamente de forma democr�tica. Esto es as� porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos pol�ticos, financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas privados quienes, para todos los prop�sitos pr�cticos, separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo de hecho no protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la poblaci�n. Por otra parte, bajo las condiciones existentes, los capitalistas privados inevitablemente controlan, directamente o indirectamente, las fuentes principales de informaci�n (prensa, radio, educaci�n). Es as� extremadamente dif�cil, y de hecho en la mayor�a de los casos absolutamente imposible, para el ciudadano individual obtener conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente de sus derechos pol�ticos.
La situaci�n que prevalece en una econom�a basada en la propiedad privada del capital est� as� caracterizada en lo principal: primero, los medios de la producci�n (capital) son pose�dos de forma privada y los propietarios disponen de ellos como lo consideran oportuno; en segundo lugar, el contrato de trabajo es libre. Por supuesto, no existe una sociedad capitalista pura en este sentido. En particular, debe notarse que los trabajadores, a trav�s de luchas pol�ticas largas y amargas, han tenido �xito en asegurar una forma algo mejorada de "contrato de trabajo libre" para ciertas categor�as de trabajadores. Pero tomada en su conjunto, la econom�a actual no se diferencia mucho de capitalismo "puro". La producci�n est� orientada hacia el beneficio, no hacia el uso. No est� garantizado que todos los que tienen capacidad y quieran trabajar puedan encontrar empleo; existe casi siempre un "ej�rcito de parados". El trabajador est� constantemente atemorizado con perder su trabajo. Desde que parados y trabajadores mal pagados no proporcionan un mercado rentable, la producci�n de los bienes de consumo est� restringida, y la consecuencia es una gran privaci�n. El progreso tecnol�gico produce con frecuencia m�s desempleo en vez de facilitar la carga del trabajo para todos. La motivaci�n del beneficio, conjuntamente con la competencia entre capitalistas, es responsable de una inestabilidad en la acumulaci�n y en la utilizaci�n del capital que conduce a depresiones cada vez m�s severas. La competencia ilimitada conduce a un desperdicio enorme de trabajo, y a �se amputar la conciencia social de los individuos que mencion� antes.
Considero esta mutilaci�n de los individuos el peor mal del capitalismo. Nuestro sistema educativo entero sufre de este mal. Se inculca una actitud competitiva exagerada al estudiante, que es entrenado para adorar el �xito codicioso como preparaci�n para su carrera futura.
Estoy convencido de que hay solamente un camino para eliminar estos graves males, el establecimiento de una econom�a socialista, acompa�ado por un sistema educativo orientado hacia metas sociales. En una econom�a as�, los medios de producci�n son pose�dos por la sociedad y utilizados de una forma planificada. Una econom�a planificada que ajuste la producci�n a las necesidades de la comunidad, distribuir�a el trabajo a realizar entre todos los capacitados para trabajar y garantizar�a un sustento a cada hombre, mujer, y ni�o. La educaci�n del individuo, adem�s de promover sus propias capacidades naturales, procurar�a desarrollar en �l un sentido de la responsabilidad para sus compa�eros-hombres en lugar de la glorificaci�n del poder y del �xito que se da en nuestra sociedad actual.
Sin embargo, es necesario recordar que una econom�a planificada no es todav�a socialismo. Una econom�a planificada puede estar acompa�ada de la completa esclavitud del individuo. La realizaci�n del socialismo requiere solucionar algunos problemas sociopol�ticos extremadamente dif�ciles: �c�mo es posible, con una centralizaci�n de gran envergadura del poder pol�tico y econ�mico, evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa y arrogante? �C�mo pueden estar protegidos los derechos del individuo y c�mo asegurar un contrapeso democr�tico al poder de la burocracia?